Curiosidades Saga Oliva
1- Oliva fue una terapia. Tal cual. Yo escribía desde que tengo memoria, pero lo hacía a cachos, fragmentos, poemas, pensamientos, bocetos de novelas que se quedaban en eso… en bocetos de cincuenta páginas (y si llegaban) que no valían para nada, pero un día cualquiera que estaba un poco saturada de todo… me senté y conocí a Oliva, y surgió. Ahora no entiendo cómo no empecé a sentirme capaz antes de escribir de este modo, porque no puedo dejar de hacerlo.
2- Los nombres tienen un porqué. El de ella quería que fuese poco oído y la abuela de una amiga del cole se llamaba así; fue el primero que se me pasó por la cabeza y con Oliva se quedó. El de Mario lo escogí porque quería que fuese un nombre que no pudiese relacionar con nadie y, por entonces, no conocía a ninguna persona de mi entorno que se llamase así.
3- En la segunda parte hay un viaje a una isla. Confieso que es más autobiográfico de lo que pretendía, pero el verano anterior a escribirlo viví unos días parecidos con mi pareja y los reflejé de algún modo. Así que todos los escenarios de esa parte existen en la realidad.
4- A pesar de que me encanta buscar musos para poner cara a los personajes, Mario solo existe en mi cabeza, no he encontrado ninguno que se le parezca. Suelo poner fotos de Milo Ventimiglia, pero solo porque tuve una pequeña obsesión con él por aquella época (obsesión que sigue activa, por si os interesa).
Escena incluída en el libro
“Estoy tan ensimismada pensando en mis cosas y dando sorbitos a mi ron con naranja que, cuando vuelvo a la realidad, me encuentro con una Sonia entregadísima al baile del refrote con uno de ellos y a una Maite aún más entregada, con su lengua dentro de la boca de Pablo, el armario empotrado, y una pierna enredada en su cintura arqueándose al ritmo de la música. Madre mía, cuánto daño ha hecho el reggaetón.
—Hola de nuevo, ¿estás bien? Levanto la cabeza y lo que me encuentro me sorprende. No sé cómo no me había fijado en él antes, cuando nos presentaron, supongo que porque tengo la capacidad atencional de un niño de tres años y encima, con unas copas de más, pues como que no se me puede pedir mucho. Es alto y moreno, con los ojos color chocolate, y me mira con una sonrisa que derretiría lo que quisiera.
Y menuda boca. Joder, tiene unos labios de esos que no puedes evitar desear morder. El caso es que me gusta, me gusta demasiado.
Sigo estudiándolo a mi ritmo… bueno, al ritmo que imponen mis neuronas, que es lo que tiene el alcohol, mientras doy sorbitos a la pajita de mi cubata. Suspiro profundamente, seguramente con cara de imbécil, aunque prefiero pensar que a él le parece que lo hago de una forma encantadora por el bien de mi autoestima, antes de abrir la boca.
—¿Sabes que tienes unas pestañas larguísimas? —Él da un respingo y me mira asombrado.
Ficha
—Pues no, nunca me lo habían dicho.
—Pues ya lo sabes, tienes unas pestañas que cualquier chica envidiaría. Levanta una ceja
y se acerca más a mí, para seguir hablando sin tener que gritar por el volumen de la música.
—No sé si eso me halaga o me resulta… raro.
—Es un halago, créeme. ¿Cómo te llamas?
Su risa en mi cuello antes de contestar consigue que me estremezca.
—Mario. Tú eres Olivia, ¿verdad?
—Oliva.
—Olivia, me gusta. Pongo los ojos en blanco, niego enérgicamente con la cabeza y me preparo para la aclaración de siempre.
—No, no, no. Oliva, sin la i, como las aceitunas, ya sabes.
—¿Oliva?
—Eso es.
—Nunca lo había oído, pero tiene sentido.
Ahora soy yo la que me pierdo por completo.
—¿Qué es lo que tiene sentido?
—Es el color de tus ojos, verde oliva.
Y sólo con esa frase sé que podría hacer esta noche conmigo lo que quisiera…”
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* ¿Qué os ha parecido la entrada, os llama la atención? Por mi parte os la recomiendo, es una autora a tener en cuenta, me encanta su estilo y ha sido todo un gran descubrimiento, leí hace un par de meses Fuimos un invierno y me encantó (podéis leer la reseña aquí).
* Más información sobre la autora aquí
